Indigente en Santa Clara (foto archivo).-
Nuestro pueblo se enfrenta a la COVID-19 y a una hambruna que lo obliga a caminar grandes distancias y hacer largas colas en busca de alimentos.
LA HABANA, Cuba. – El gobierno comunista se empecina en borrar de nuestra historia el 20 de mayo de 1902, día del nacimiento de la República, en el que los interventores norteamericanos –que habían logrado cumplir con éxito su trabajo, con el beneplácito de los cubanos–, hicieron el traspaso de poderes al presidente Tomás Estrada Palma, un maestro honrado, de carácter fuerte y austero, un bravo mambí que alcanzó los grados de coronel durante la Guerra de los Diez Años, fue presidente de la República en Armas y sustituyó a José Martí como delegado del Partido Revolucionario Cubano cuando este vino a luchar a Cuba.
Nos habían dejado una república preparada para ser gobernada, como indicara el Apóstol, “con todos y para el bien de todos”, y aunque nuestro primer presidente cometió errores debido a su falta de experiencia, no por ello merece ser vilipendiado impúdicamente por los que hoy ostentan el poder en Cuba sin haber sido elegidos por el pueblo, y que han llevado al país al desastre total.
Los cubanos que hemos vivido un antes de libertad y democracia no podemos dejar de recordar a los que hicieron grandes esfuerzos y sacrificios para tratar de lograrlo. Aunque aquella no era todavía una sociedad perfecta, rápidamente nos incorporamos a los avances de la modernidad. Hasta el año 1959, en que la dictadura totalitaria militar de Fidel Castro se estableció en el poder aprovechando la huida de Fulgencio Batista, y valiéndose del odio, del terror y de medidas arbitrarias llevó al país hasta los graves niveles de pobreza y ruina en que nos encontramos.
En el 118 aniversario de la República, nuestro pueblo se enfrenta a la COVID-19 y a una hambruna que lo obliga a caminar grandes distancias y hacer largas y peligrosas colas en busca de los pocos alimentos que el gobierno, dueño absoluto, pone a la venta en mezquinas cantidades y a precios exorbitantes para los bajos salarios y pensiones que percibe la población, principalmente los ancianos, que son los que más sufren estas penalidades.
Su incompetencia ha llevado al país a tal ruina, que el arroz y los frijoles, imprescindibles en nuestra mesa, están ausentes. Ya de nuestros fértiles campos no llegan a la población viandas ni hortalizas, tampoco granos ni maíz, mucho menos carne o leche. Aunque mucho se comenta que la escasez es sólo para el cubano de a pie, porque cuando los dirigentes aparecen en público “son pura manteca”, como dice un amigo. Algunos historiadores hurgan en el desarrollo de nuestro país antes de Castro y las cifras del progreso alcanzado hasta 1958 impresionan. Pero quienes cuestionan las causas de este desastre, como la corrupción, los años de dependencia económica del campo socialista, los métodos intransigentes que frenan el avance, el daño ocasionado a la sociedad dominada por la ideología comunista, son tildados de contrarrevolucionarios y enemigos del pueblo.
Hoy, dada la difícil situación en que vivimos: sin producción agrícola, ni materia prima para nuestras industrias, sin dinero para pagar deudas e importar alimentos mientras que la dictadura le achaca su ineptitud al recrudecimiento del «bloqueo» (embargo), ¿quizás sería el momento de una segunda oportunidad de ayuda para el pueblo cubano? Casi seguro que con una apertura democrática esta vez contaríamos con una diáspora cubana muy próspera dispuesta a contribuir en la recuperación de nuestro país.