Cada día nos acercamos más al abismo. Estamos en la antesala de la debacle definitiva. La salida del totalitarismo será con dolor, mucho dolor
El asunto es que no quieren tumultos. Donde los hay, no falta al menos una patrulla policial para atajar a tiempo cualquier acción que pueda generar una protesta.
Las paradas de los ómnibus son sitios bajo estrecha vigilancia de los gendarmes de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). La alta concentración de personas a la espera de un transporte por tiempo indefinido preocupa sobremanera a las entidades encargadas de evitar que el descontento se masifique en las calles y dé paso a una espiral de violencia que enlute a cientos o miles de hogares en varios puntos de Cuba.
El empeoramiento de la situación económica y las nulas posibilidades de salir de una crisis que nada tiene de coyuntural, como hace unos días, afirmó el presidente designado, Miguel Díaz-Canel, indica que habrá un paulatino aumento de las tensiones sociales y en consecuencia un aumento de las posibilidades de que el rechazo al gobierno rompa las barreras de los miedos y se convierta en una suerte de catarsis colectiva contra el interminable ciclo de racionamientos, prohibiciones y promesas incumplidas por parte de quienes detentan el poder absoluto.
Las carencias de hoy podrían ser tomadas como meros ensayos de lo que se avecina. Los empeños en “dorar la píldora” caen en saco roto, a estas alturas nadie cree en la sarta de eufemismos para esconder la verdadera magnitud de una crisis provocada por los caprichos, ineptitudes, improvisaciones y disparatadas decisiones de una élite que presume de defender un sistema socialista generador de ruinas y desesperanzas para la mayoría de la población. Todo esto, mientras los más destacados representantes del modelo político-ideológico, inspirado en los manuales marxistas-leninistas, mantienen un estilo de vida afín con los multimillonarios de Wall Street.
Por otro lado, culpar a la ley Helms-Burton de todas las escaseces que padecemos es insultante.
Pregunto: ¿Qué se hizo con las decenas de miles de millones en ayudas provenientes del desaparecido campo socialista de Europa del Este, fundamentalmente de la ex Unión Soviética?
¿Y los más de 100 000 barriles diarios de petróleo recibidos desde Venezuela por casi dos décadas y la reventa en el mercado internacional de una parte sustancial de esas entregas a precios que llegaron a estar por encima de los 140 dólares el barril?
Las causas fundamentales del desastre son internas. De no emprender reformas urgentes que liberalicen las fuerzas productivas y termine el monopolio del partido comunista sobre los medios de producción, lo que resta es esperar por una implosión de un modelo que nunca funcionó.
Recuerdo que el anterior inquilino de la Casa Blanca hizo lo que estaba a su alcance para cambiar el cauce de la histórica conflictividad bilateral, a través de una serie de medidas unilaterales sin embargo el gesto no fue correspondido por los mandamases de La Habana.
La acción fue desestimada groseramente, como suelen hacer ante cualquier iniciativa de deshielo. Con Jimmy Carter también hubo otro desaguisado. Sus gestos conciliadores terminaron en un éxodo masivo, aprovechado para enviar oleadas de asesinos de la peor ralea. Miles de criminales fueron sacados de las prisiones hacia los yates que aguardaban en las costas cubanas para el traslado de personas hacia la Florida.
Está claro que le es más rentable conservar la figura del enemigo externo para justificar la inviabilidad del socialismo que Fidel Castro construyó a su gusto.
Ahora con la vuelta de tuerca al embargo y la insistencia en la continuidad de un sistema que ha demostrado su ineficacia, nos acercamos más al abismo.
La salida del totalitarismo será con dolor, mucho dolor.
Estamos en la antesala de la debacle definitiva. Veremos qué queda después de lo que definiría como un parto casi sin anestesia, ¿o a sangre fría?