Pese a los sobresaltos no ha dejado de escribir. Confiesa, y le parece increíble, que la literatura de ficción y el periodismo llenan enormes vacíos en su vida.

 

 

LA HABANA, Cuba. – El año 2020 no empezó bien para el escritor Jorge Ángel Pérez. En los primeros días de enero falleció su madre dejándolo más solo que nunca, lo cual no es decir poco para un hombre que ha soportado el aislamiento y los estigmas que conlleva la oposición, aunque pacifica, al régimen comunista.

Poco antes del nefasto suceso, el también colaborador de CubaNet nos recibió en su casa para una entrevista en la cual conversamos de todo un poco, arrullados por la bucólica calma del Cerro a esa hora de la mañana, interrumpida únicamente por los caracoleos del majestuoso Gogol, el husky siberiano que acompaña al escritor en su brega cotidiana y en sus divagaciones literarias. De aquel encuentro nos llevamos un testimonio cargado de sinceridad y las últimas imágenes del escritor junto a su mamá, una anciana enferma que sufrió en carne propia la represión contra su hijo.

La persecución a Jorge Ángel por parte de la policía política cubana fue noticia en más de una oportunidad durante 2019. Una vez se lo llevaron esposado delante de su madre y la experiencia lo llevó a reconocer públicamente algo que todos ocultan por diversas razones. Jorge Ángel admitió que tenía miedo. Su valerosa actitud nos impulsó a entrevistarlo, pues son muchos los que creen que en el terreno de la disidencia, sea cual sea la variante escogida, no existe el miedo. Se equivocan.

El mayor miedo de Jorge Ángel era dejar a su madre desamparada si algo le ocurría. Nunca temió al sacrificio personal. La vacilación, la zozobra, el insomnio, siempre acudían al pensar en el riesgo que ella pudiera correr. Hoy, sin embargo, su realidad es otra; al menos en el aspecto más duro, que no es la represión, ni los ataques de sus acosadores, ni siquiera el olvido en que lo han dejado antiguas amistades que no lo pensaron dos veces para desaparecer apenas el autor de Lapsus Calami se convirtió en un escritor marginado por sus ideas políticas.

Jorge Ángel ha entrado en la orfandad. Su miedo se ha ido, cediendo todo el espacio a una insoportable soledad. Afuera, todo se mantiene igual. Sus verdugos lo observan, lo maldicen y tal vez se contentan con su pérdida. No son ellos los muertos, desgraciadamente. Pablo, el acosador principal, sigue ahí, justo frente a su casa, bebiendo y vociferando, saboreando su existencia de maleante protegido por un poder igualmente vil.

cuba jorge ángel pérez escritor literatura periodismo periodista cubanetJorge Ángel no olvida que durante una de sus borracheras ese sujeto lanzó botellas hacia su balcón, hiriendo a su madre en la espalda. Fue apenas un rasguño, que hasta hoy sangra abundantemente en la memoria del hijo triste. No hubo justicia para aquella agresión, ni para otras. Allí está Pablo con su grosera apariencia y una bandera cubana colgando en la reja de su casa, para recordarle a Jorge Ángel que hasta el más venerado de los símbolos, cuando cae en manos de un miserable, vale menos que nada.

El acoso disfrazado de patriotismo ha intentado poner en prisión a un escritor multipremiado, merecedor de la Distinción por la Cultura Nacional. En septiembre pasado sus hostigadores sabotearon la fiesta del comité lanzando botellas desde su azotea para inculparlo. Ha sido ofendido y amenazado de muerte por Pablo, que no escatima en improperios homofóbicos con el propósito de vejarlo ante un barrio infestado de machismo; donde no habita el decoro y la discriminación a los homosexuales sigue siendo una suerte de “imperativo moral”, a pesar de Mariela Castro y sus comparsas.

La Seguridad del Estado ha tenido que pactar con un delincuente peligroso para atentar contra Jorge Ángel, pues ninguna persona decente se prestaría a agredir a un hombre pacífico. Sujetos como Pablo hacen de este “abuso revolucionario” una pantalla para cometer toda clase de ilegalidades en un país sin ley, donde no hay salvoconducto más efectivo que convertirse en fustigador de los ciudadanos críticos hacia el sistema.

Pese a los sobresaltos Jorge Ángel no ha dejado de escribir. Confiesa, y le parece increíble, que del miedo saca fuerzas, que literatura de ficción y periodismo llenan enormes vacíos en su vida; aunque el periodismo le ofrece además la posibilidad de canalizar la rabia y la impotencia de forma inmediata. Toda su obra lo une a Cuba en un lazo mortal, que lo arrastra a las profundidades conforme avanza el hundimiento.

De ese abrazo no quiere soltarse aunque peligren su libertad y su vida. Jorge Ángel seguirá su camino solo, consolado por la inquieta compañía de Gogol y el aliciente de que ni siquiera en el instante más desesperado su madre le pidió que renunciara a escribir. Hubo derrumbes y llantos, porque como él mismo dijera alguna vez, su madre no tenía nada que ver con Mariana Grajales.

Se parecía más a Leonor Pérez. La dulce, paciente y angustiada Leonor que prefirió ver a su hijo errante antes que expuesto. Pero Jorge Ángel, como Martí, busca el sol en su hora más oscura; y cada día que sobrevive a la ausencia de su madre el miedo se consume, se arrincona, hasta que pronto no será más que un ovillo inútil, el recuerdo de una charla con dos colegas en una apacible mañana de diciembre.