LA HABANA.- Después de caminar poco más de dos kilómetros con su rústica carretilla de madera hasta un almacén improvisado de hortalizas, granos y frutas, Andy hurga entre las cajas repletas de piñas, tomates o racimos de plátanos para escoger los productos de mayor calidad.

Luego viene el regateo. En menos de veinticuatro horas el precio del frijol colorado y el ají cachucha cambió. “Asere, no seas apretador, como tú me vas a dejar la libra de frijoles colorado a sesenta pesos. ¿A cuánto la vendo yo?”, le pregunta el carretillero al intermediario.

“Brother, tu vives en la luna. Aterriza que el primero de diciembre suben los precios y la gente va a ganar más dinero. La carreta siempre tiene que ir delante de los bueyes. Oferta y demanda socio, infórmate”, le dice con una sonrisa el vendedor mayorista de productos agrícolas que le brinda una taza de café.

“Pa’que te relaje chama. Borra de tu mente los precios viejos. Dentro de seis meses una guayaba va a costar quince pesos y la libra de frijoles colorados rondará los cien pesos. No hay producción, men. Y la gente obligatoriamente va a tener que gastar el billete en jama”, opina el proveedor.

No muy convencido el muchacho paga un anticipo por la mercancía y le promete que a la mañana siguiente liquida la deuda. “Esta onda del ordenamiento monetario me tiene con los nervios de punta. La gente sigue ganando sus salarios de mierda, pero el precio de los alimentos se ha multiplicado o triplicado. El pretexto inicial era la pandemia y la escasez. La gente le decía precios Covid. Pero ahora siguen creciendo. Y yo soy el que tiene lidiar con los clientes. Algunos hasta te quieren echar a la policía pa’rriba por especulador. Yo en cada libra que vendo me busco entre siete y doce pesos. No más. Pero en la calle nadie te cree”, señala Andy.

Precios disparados

DIARIO LAS AMÈRICAS recorrió varios mercados agropecuarios en La Habana. En los estatales la mayoría de las tarimas están vacías. Si acaso se vende plátano macho a tres pesos cada uno y piñas raquíticas a diez pesos.

En los agros particulares la libra de tomate está a cincuenta pesos. El ají a sesenta. Una piña a quince y veinte pesos, según su tamaño. Un aguacate a veinticinco o treinta pesos. La libra de cebolla a 35 pesos y la de limones a cincuenta.

La libra de frijoles negros a veinticinco pesos. Frijoles colorados a sesenta. Garbanzo a cincuenta pesos. Una libra de jamón embuchado a noventa pesos. Y una libra de carne de cerdo deshuesada a setenta.

Omar, quien espera para pagar su compra, expresa que “una piña, un aguacate, la mitad de un melón, una libra de limones, una libra de frijoles y dos kilogramos de puerco me costó más de trescientos pesos. Y esa factura se come en mi casa en dos días”.

Ante la incertidumbre de lo que viene, desabastecimiento de alimentos, aseo, medicamentos, baja productividad agrícola y devaluación del peso, los productores, intermediarios y minoristas particulares decidieron implementar nuevos precios.

Más demanda que oferta

Lázaro, quien desde hace ocho años comercializa productos agrícolas, acota que la razón del alza de precios es simple. “No hay producción, vamos a dejarnos de cuento. Desde hace cinco años las producciones agrícolas decrecen. No es posible que en pleno siglo XXI un guajiro esté cosechando la tierra con bueyes y sin fertilizante. Es la disminución agrícola la que ha provocado la subida de precios. Cuando uno va a contratar una cosecha de cebolla, ya el campesino le pone un precio alto. Y cada eslabón de la cadena comercializadora le añade un diez o quince por ciento. Ahora con el reordenamiento monetario, los precios suben porque hay más demanda que oferta”, indica Lázaro.

La inflación crece de manera acelerada. Y no solo afecta el precio de los alimentos. Es todo. Desde medicina, un pomo de champú a un saco de cemento. Igor, economista, es pesimista con el nuevo ordenamiento monetario.

Inflación que devora

“Sin haberse aplicado, muchos servicios y precios de minoristas de alimentos se han elevado un cien o doscientos por ciento. ¿Qué se puede esperar cuando los salarios se multipliquen por cuatro y se mantenga la actual escasez? Pues que la inflación va a devorar el alza salarial. Hay muy poca oferta. Eso se va a reflejar en una subida de precios de los alimentos y otros productos de primera necesidad”, detalla.

Según la jefa de contabilidad de una empresa estatal, “si no hay cambios de última hora, el primero de diciembre comenzará a aplicarse el reordenamiento monetario y la reforma salarial. Habrá un anticipo de 1.000 pesos para que los trabajadores puedan comprar aquellos productos que subirán de precio”, aclara.

El exgerente de una empresa mixta considera que “los grandes beneficiarios del nuevo ordenamiento monetario son las empresas exportadoras, pues se comenzará a aplicar una tasa cambiaria más ajustada a la realidad y obtendrán mayores ganancias. Pero hay un grupo grande de empresas que tendrán pérdidas sustanciales y el Estado tendrá un dilema: o las sigue subvencionando, con el costo que ello implica, la venden a inversionistas extranjeros o se la entrega en concepto de cooperativa a los trabajadores”.

Un sector de los emprendedores privados, gastronomía, diseño e informática, por citar tres, piensan que el próximo ordenamiento será un reto para ellos.

Osmany, dueño de una cafetería de sándwiches, cree que “con un mercado mayorista que solo oferta arroz, sal y a veces harina, los dueños de negocios gastronómicos o elaboradores de dulces tendremos que seguir comprando los insumos en el mercado negro o en las tiendas por dólares. El gobierno no ha aclarado cómo y cuánto recortarán los impuestos. Al subir los precios, y en las condiciones actuales de crisis económica y desabastecimiento general, perderemos más clientela. Otro problema serán los salarios. En el sector estatal ganarán hasta cinco veces más sin importar si hay respaldo productivo. Los particulares no podemos darnos ese lujo. Se paga más si tenemos buenos beneficios. Va a haber una contracción en los negocios privados. Yo, por ejemplo, tenía quince trabajadores y ahora solo tengo seis”.

Los más descontentos

El régimen reconoce que, debido a la pandemia y la crisis económica, más de 225.000 trabajadores por cuenta propia han pedido una prórroga o entregaron sus licencias.

Probablemente los más descontentos con la nueva reforma monetaria son los médicos que trabajaron en misiones en el extranjero y tienen cuentas de ahorros en bancos locales.

Gato por liebre

Alexis, pediatra, dice que trabajó como cooperante dos años en Qatar. “Allí el salario de un especialista fluctuaba entre 6.000 y 8.000 dólares. El gobierno me depositaba en Cuba 1.000 dólares al mes. Pero ese dinero me lo situaron en pesos convertibles. Que ahora va a desaparecer. He escrito cartas a todas las instancias reclamando que me entreguen mis ahorros, alrededor de 20.000 dólares, en divisas. Pues con la devaluación del peso perderé poder adquisitivo. No puedo siquiera comprar en las tiendas en divisas que abrió el gobierno. ¿Si mi salario fue pagado en divisas, porque el gobierno no me lo entrega en divisas?”, se pregunta el pediatra habanero.

Varios galenos consultados por DLA aseguran que sus ahorros se verán afectados con la nueva medida. “Yo tenía ese dinero para comprar una casa. Ahora con la reforma salarial y el ordenamiento monetario pierdo entre un treinta y un cuarenta por ciento de su valor”, se queja una doctora que estuvo tres años de misión en Sudáfrica.

La estafa

Otros ahorristas consideran que pierden dinero no solo por la devaluación que va a sufrir el peso. Cuenta Lourdes, que “guardé en el banco cinco mil pesos convertibles para la fiesta de Quince de mi hija. Los compré en CADECA a veinticinco pesos. Ahora el Estado me los devuelve a veinticuatro. Pierdo cinco mil pesos y ninguna institución se hace responsable”, alega.

La sensación que prevalece entre muchos cubanos de a pie ante la inminente reforma monetaria es de escepticismo. Creen que la inflación va a evaporar sus nuevos salarios.

Otros, como un grupo de médicos que prestó misión en el extranjero o ciudadanos que guardaron sus ahorros en divisas, se consideran estafados por el Estado.